Estamos en Navidad y estoy contenta porque tengo la suerte de vivir otro año más estos días de encuentros familiares, de reencuentro con los amigos que no ves durante todo el año y de repetir una vez más los gestos tradicionales que aprendí y viví en mi casa desde siempre. Es tiempo de recordar también a todos aquellos seres queridos que tanto nos enseñaron, que tanto nos dieron y que ahora no están a nuestro lado. Tenemos la obligación de recordarlos con alegría, por todo lo bueno que aprendimos de ellos y que debemos transmitir a nuestros hijos y nietos.
Navidad es un tiempo de amor y de paz, pero no es así porque lo diga la publicidad de los grandes almacenes y las grandes superficies, no, Navidad es la ocasión que nos regala la vida para desempolvar los malos humores, los malos rollos, que dice la gente joven y sacudirnos el polvo y las pelusas que el paso del tiempo va depositando sobre nuestro corazón, nuestra alma o nuestro espíritu, que yo no sé muy bien donde se nos alojan los sentimientos negativos, pero que cuando se va acercando este tiempo hermoso y descolgamos las cortinas para lavarlas y que nuestro salón y nuestra cocina presente un mejor aspecto el día de Nochebuena y cuando sacamos del altillo las cajas que contienen las figuras del Belén y los adornos del árbol, es en esos gestos en los que descubrimos que nosotros mismos tenemos cubiertas nuestras entrañas de basura o basurilla que debemos barrer.
Ya se que me vais a decir que cuando pasan estos días se nos olvidan todos los buenos propósitos y volvemos a caer en la dejadez de no llamar a esa persona que espera con ansias que levantemos el teléfono, o nos da pereza hacer aquella visita al amigo que lo necesita y tantas y tantas cosas que habíamos prometido enmendar; y de nuevo se nos acumula en nuestro interior todas esas impurezas de las que en secreto nos avergonzamos.
Por eso hay mucha gente que proclama que no le gusta La Navidad, pero no es que no le guste, es como una acumulación de sentimientos negativos que no manifestamos abiertamente: Repetir unas rutinas, unos rituales que no conducen a ninguna parte, aparentar que hemos cambiado, pero sin modificar nuestra actitud.. Eso es lo que nos incomoda de celebrar los días de Navidad, el saber íntimamente que hemos fracasado, que cuando llegue Enero con sus rebajas, cada uno de nosotros volveremos a ser rencorosos, orgullosos, envidiosos y todos los "osos" del mundo, pero no debemos olvidar que Navidad es un tiempo que se nos regala, año tras año, para que intentemos cambiar y rectificar nuestra conducta respecto a los otros.
Daos cuenta que no he mencionado al Niño Dios que nos viene a visitar, trayendo Paz y Amor a nuestras vidas en estas fiestas tan entrañables, porque estamos en un país laico donde no es políticamente correcto hablar de estas cosas, que han de quedar en en el ámbito de la intimidad más intima, pero es la excusa perfecta para hacer parada y sacudirnos el polvo de los celos, el rencor y enfrentarnos al nuevo año más livianos de peso, aunque el turrón y los polvorones nos hayan hecho subir en la báscula ¿unos gramos? ¿unos kilos?... ¡Bendita Navidad!
P.D. Los que afirman que no le gusta la Navidad, son tan sólo unos egoístas que no quieren regalar, compartir, molestarse en hacer felices a los otros y lo siento por ellos.
¡¡¡Feliz Navidad!!!
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