Llevo últimamente varios días, tal vez semanas, escuchando en tertulias televisivas y leyendo en prensa y en blogs las palabras que dan título a este artículo: Prohibido prohibir.
Hay una sensación general de que alguien se está pasando en prohibirnos todo, todo y todo. Las personas que ya hemos cumplido unos años, hemos vivido etapas de prohibiciones, normas y disciplinas.
De pequeños, nuestros padres, vecinos o profesores nos han dicho montones de veces: "eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca" y hemos ido creciendo y avanzando por una senda a la que se abrían caminos que no tenían alambre espinoso ni vallas electrificadas y cada cual, en uso de su libertad y llevado por la curiosidad o sencillamente por rebeldía, nos escapábamos por esos andurriales, a conciencia de saber que ese gesto no estaba bien visto, que era punible, que posiblemente tendríamos que pagar un canon por nuestra desobediencia, pero creíamos en la libertad y el derecho a equivocarnos y aunque no hemos nacido en democracia, si hemos sido educados en el respeto a los otros y sobre todo hemos cumplido el undécimo mandamiento que mi padre me enseñó y que era NO MOLESTAR.
En la revolución estudiantil de Mayo del 68, los alumnos reclamaban algo de aire libre y fue allí donde nació la frase. PROHIBIDO PROHIBIR y yo llevo una temporada pensando que pensarían ahora aquellos alumnos que querían un sistema democrático y abierto en la universidad, que querían un sistema no represivo, que defendían "la imaginación al poder”, “seamos realistas, pidamos lo imposible”, ¿que harían?… Que harían los jóvenes franceses ahora cuando antes de poner un pie en la calle, por la mañana temprano, ya empezamos a sentir el peso de las prohibiciones: ¡Cuidado con el bocadillo que preparas para tu hijo, porque posiblemente en el colegio no se lo dejen tomar, ya que contraviene las normas legales! No enciendas el cigarrillo de después del desayuno, porque va contra las decisiones de la comunidad de vecinos contaminando las escaleras, el rellano y el portal. Baja el volumen del receptor, cierra el grifo del agua caliente, reduce el termostato de la calefacción. ¿Infectaré el medio ambiente con el detergente que uso? ¿y el gel? ¿y la laca? Por cierto, antes de salir a la calle a depositar las basuras en los contenedores adecuados, toma nota de que has de comprar las bombillas de bajo consumo y llevar las pilas y el cartucho de tinta que terminaste ayer al punto limpio... ¡Cielo santo! ¿Nadie está dándose cuenta de que todo el tiempo estamos sometidos a la presión de las normas, las reglas y las prohibiciones?
Recuerdo aquellos tiempos en los que las normas de cortesía y educación eran las adecuadas para convivir en paz con el resto de los humanos. Dice la gente de ahora que estábamos encorsetados, que no actuábamos de forma libre sino pendientes de las etiquetas y disposiciones de la urbanidad ¿y ahora? No fumes, no bebas, no corras, ¡prohibido!
En mi casa se cumplian los Mandamientos de la ley de Dios (incluido el undécimo) y en los lugares públicos figuraban carteles que nos decían las tres o cuatro cosas que no podíamos hacer. -Prohibido blasfemar. -Prohibido escupir. -No hablar con el conductor. -Revise su asiento antes de abandonar el local. Todo era mucho más sencillo que ahora.
Los legisladores, estoy convencida, no duermen por la noche: ¡maquinan! Pasan las horas inventándose algo que aún no esté prohibido para imponernos la norma a la mañana siguiente. No nos permiten experimentar, hacer uso del libre albedrío, equivocarnos, rectificar, ser originales, diferentes, creativos... ¡LIBRES!
Me agotan los leguleyos que quieren salvarme de mi misma. ¿Como puedo ser tan desagradecida y tan poco comprensiva con mis gobernantes que pretenden mi bien? Lo único que noto en este cuidado de mi propia salvación, es que se les escapa a los legisladores, la vigilancia y el control de los verdaderos criminales, asesinos, aquellos que tienen justificación para lo injustificable: el aborto, la eutanasia... ¡Eso no está prohibido!
Quiero que paren el mundo, porque me quiero bajar.
P.D: Las prohibiciones que señala Neruda si me gustan:
Muy bonito. El undécimo mandamiento parece que todavía lo estoy oyendo.... "No molestar".
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