Esta mañana me he encontrado frente a mi sombrilla un opérculo pequeño, pequeño, tan pequeño que aún no me explico como he sido capaz de verlo a simple vista.
Para mí, desde hace montones de años, encontrar en mis paseos por la playa un opérculo significaba que las vacaciones de verano comenzaban con buen pié. Es como una superstición, ya lo sé, pero ha habido años en que no he encontrado ninguno y esas vacaciones han sido tristes o desagradables. Sin embargo, cada vez que en mis recorridos por la orilla del mar aparecían los ansiados opérculos mis vacaciones han sido felices y entrañables.
Ya sé que pensareis que estoy loca, de acuerdo, pero a mí me vale esta ilusión de buscar opérculos.
Tengo recuerdos de personas muy queridas por mí que ahora ya no están a mi lado, agachados y dejando que el sol nos quemara la espalda para sorprender a los demás con nuestros hallazgos. Otros años he iniciado, primero a mis hijos y posteriormente a mis nietos, al divertido juego de su búsqueda. Sonrío al recordar la cara que se les quedaba a los adultos cuando alguno de mis "enanos" llegaba gritando por la playa: "He encontrado un opérculo, he encontrado un opérculo"... La palabra era más grande que ellos.
Pues bien, volviendo al tema inicial esta mañana he encontrado un mínimo opérculo, más pequeño que una lenteja, pero aún así me ha permitido respirar hondo, ya que aunque el verano está llegando a su fin, para mí supone que este verano, aunque sea en tamaño mínimo, todo va bien.
NOTA: Cuando he querido incorporar fotografías de opérculos (ya que el mio es tan pequeño que casi no lo veríais) he descubierto estas imágenes tan magníficas de un bloguero andaluz salvidetodounpoco.blogspot.com al que doy las gracias, ya que de esta forma os puedo mostrar a que parte del caracol pertenece el opérculo, también llamado orejita, piedra jaqueca y otras denominaciones. Gracias Salvi.