¡Y este año, más!
Todos los
años, y ya van siendo muchos, repito la emoción que me produce todo lo que
tiene que ver con nuestra Semana Santa y
digo bien “nuestra Semana Santa” porque hay una semana en el año donde se
conmemora la Pasión, Muerte y sobre todo y por encima de todo, la Resurrección
del Señor.
En cada
población se celebran desfiles procesionales y los hay muy hermosos y dignos,
pero yo sigo emocionándome con nuestra Semana Santa o incluso, más aún, con mi
particular Semana Santa, la Semana Santa de “Los Sánchez” que no es que sea
mejor ni peor, pero es la nuestra y empieza… ¿Cuándo empieza? No es el
Miércoles de Ceniza con la Llamada, ni empieza con el Miserere, ni con los
ensayos, ni tampoco con el reparto del vestuario.
Todo el año
sentimos la misma emoción cuando escuchamos las marchas de Semana Santa
sentados en la terraza del apartamento de la playa o viajando por cualquier
lugar de España en el equipo del coche, así como cuando revisamos hasta la
saturación los vídeos del año anterior en Navidad, alternando con los clásicos
villancicos.
¡Pero este año, más!
Pasa el tiempo
y a su paso arrastra las ilusiones y recuerdos de momentos felices pasados.
Pasa el tiempo y nos deja el recuerdo entrañable de aquél o aquélla que ya no
está a nuestro lado, pero el paso del tiempo también nos regala momentos tan
dulces que van a compensar a los otros:
Este año nuestra Agrupación, la Agrupación del Santo Sepulcro, la de toda la
vida, la de siempre, va a contar con tres de mis nietos. ¡Más Sánchez al tercio!
Lo siento por otros que creían que El Cristo Yacente salía a la calle gracias a
su gente, lo siento. Tal vez sea verdad, pero yo soy Sánchez y “barro pa
dentro”. El desfile que cruza las calles en el Viernes Santo es mío y de mi
gente.
Cuando este
año veáis desfilar el tercio del Santo Sepulcro, notareis la prestancia, el
orden y esa maravilla que es el paso largo y majestuoso de nuestros penitentes que
acompañan al Cristo Yacente y aunque falte “un Sánchez” ahí va el relevo: Savia
nueva al tercio y no quiero dejar en olvido a mis monaguillos y sé que este año
cuando vea pasar nuestra procesión, no sabré hacia donde volver mi mirada: ¿A
mis hijos? Tal vez, o a mis nietos que estrenan capuces o a los más pequeños, a
esos monaguillos que esparcen incienso ante el bello trono o tal vez... miraré
de reojo al que fue el origen de toda esta saga.