miércoles, 3 de enero de 2024

 






Un año más, mis blancos manteles


De nuevo regresa el tiempo de Navidad, el tiempo de mis blancos manteles, esos blancos manteles que todos los años, por este tiempo, cubren mis mesas. Empezaron cubriendo tan solo una mesa, alrededor de la cual nos sentábamos en Nochebuena con los abuelos y los pequeños de entonces. Pasado algún tiempo fue cambiando el entorno, los abuelos no están y en su sitio se sientan niños y más niños que dejan caer sobre mis manteles un vaso de algo derramado, un trozo de pan, una mancha de salsa que no habrá manera de limpiar del todo, manchas que aparecen cuando voy a planchar y vuelven de nuevo a la lavadora.

¿Por qué yo no digo mi blanco mantel y lo escribo en plural? Porque año a año se han reunido en casa familia y amigos para celebrar que aún estamos vivos y que nos queremos y necesitamos una mesa grande y otra pequeña y luego dos mesas y otra más pequeña, pero en todas ellas mis blancos manteles de la Navidad. Como dije en tiempo ¡si mis manteles hablasen!¡Cuántas historias podrían contar! porque desde aquellos tiempos en que cuatro niños soñaban con hacerse grandes y salir de noche para ver llegar a Papá Noel, ese tipo gordo y colorado que trae en Nochebuena parte de lo que ellos pidieron a Sus Majestades Los Reyes de Oriente o ahora, con todo el bullicio que organizan nietos de muchas edades con guitarras, villancicos nuevos y también aquellos que saben cantar sus padres y abuelos.

Mis blancos manteles conocen a nuevas personas que acuden a casa cada nuevo año y escuchan las voces de niños que crecen y observan los cambios que el tiempo produce en sus viejos amigos de siempre y se alegran de mirar y ver que no falta nadie, que siguen estando sentados a la mesa grande los de siempre y en las otras mesas la gente más joven hablando de nuevos proyectos y los más pequeños ensuciando de nuevo, como antes y ahora, pero sin querer, con algún refresco mi blanco mantel.

Supongo que luego, cuando acabe esto, cuando ellos, mis blancos manteles regresen de nuevo al cajón aquel donde se reúnen para descansar de tanto trasiego, de copas y fuentes sobre sus espaldas, hablarán de mí, de cómo me encuentran, de cómo he cambiado, de a quien conocieron estas Navidades y canturreando viejos villancicos se irán poco a poco  durmiendo de nuevo y en sus sueños blancos estaremos todos los que junto a ellos comimos, hablamos, reímos y prometimos reunirnos de nuevo el año que viene, pero siempre terminando la frase con el clásico “Si Dios quiere”.