Ya han
pasado algunas semanas de aislamiento, ya sabemos cuáles son las medidas que
debemos tomar para no caer en las garras del Coronavirus, conocemos las
diferentes teorías para evitar contagios y somos conscientes de que lo estamos
haciendo bien, pero cada día que pasa escuchamos nombres de “caídos” que nos
van sonado más próximos a nuestra familia, amigos o simplemente conocidos.
Estamos
pendientes de las noticias para saber los números que las estadísticas del
Gobierno nos comunican día tras día. Nos estamos volviendo unos expertos en los
fríos números que son eso, tan solo números, sin nombre ni apellidos, sin imagen
alguna, sin cara.
Han
pasado ya varias semanas y nos esperan otras tantas para ver la luz al final
del túnel y tal como decía una comentarista, tal vez esa luz es un tren que nos
viene de frente, pero así y todo no nos podemos dejar llevar por el desaliento.
Estamos obligados todos a ser optimistas y enfrentarnos a esta pandemia con el
coraje y la fuerza que tenemos más que demostrada en esta larga vida nuestra.
Por ello
creo que puede ser interesante que nos paremos a pensar un momento en lo que
este largo tiempo de aislamiento de nuestros seres queridos, familiares, amigos
o vecinos han hecho de nosotros.
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¿Qué es lo positivo y que es lo negativo que hemos
descubierto en este periodo de aislamiento?
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¿Qué es lo mejor y lo peor que hemos vivido en
estos días?
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¿Quién me ha sorprendido o desengañado con su
actitud?
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¿He cambiado a mejor o a peor con el aislamiento?
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