viernes, 6 de octubre de 2023



     Una vez más iniciamos el curso en la Tertulia Athenea y una vez más nos alegramos por el reencuentro. Respondiendo a la convocatoria de Fina y de Clara, de Clara y de Fina nos volvimos a encontrar en el Rectorado. Las alegrías no eran fingidas, era real la alegría de volvernos a ver, de contarnos todo lo vivido desde Junio, aunque el whatsapp no ha dejado de echar humo durante todo el verano, ya que este grupo es mucho más que una tertulia cultural: es un foro en el que se intercambia todo tipo de información los trescientos sesenta cinco días del año, pero así y todo ayer conocimos diferentes modos de cómo ha transcurrido el verano.

Insisto en que este grupo es mágico, formado por gente mágica, capaz de sorprendernos a pesar del tiempo que nos conocemos. Por ejemplo: Clara nos mostró un álbum fotográfico, con miles de fotos en los que aparecen desde sus bisabuelos hasta nuestros días, perfectamente ordenados, que ha elaborado para regalar a sus descendientes con el fin de que conozcan su historia familiar. Un gran trabajo lleno de amor por su familia.

Si creíamos que el álbum de Clara era un gran trabajo digno de elogiar, apareció, como de la chistera de un mago, un libro maravillosamente editado con el título “Mi familia” en donde estaba reflejada la vida de Encarni. Previamente ella nos conto cómo surgió la experiencia de escribirlo en folios a mano día a día y como pareció sorpresivamente transformada en este singular libro gracias a uno de sus hijos.

Estábamos todas tan admiradas con ambos trabajos que no se nos ocurrió hacer fotos para mostrároslo a las que no tuvisteis la oportunidad de acompañarnos ayer tarde.

No quedó ahí la descripción de los diferentes veranos de cada una de nosotras. Los hubo divertidos, cómicos, sorprendentes y geniales. Como siempre, la tarde se nos hizo corta y “quedamos para quedar” en nuestra próxima reunión, que seguro que nos deparará nuevas alegrías, conocimientos y sorpresas. ¡Se inicia el nuevo curso 2023-2024!

martes, 28 de marzo de 2023



Un Viernes Santo más

    Hace tiempo que no entro por aquí, porque total, nadie me sigue, nadie me lee, nadie opina a favor o en contra de lo que escribo, pero aqui estoy de nuevo "enredandome en la red"

La verdad es que me encanta escribir de mis cosas, de lo que me pasa, de lo que sea y ahora que se acerca, un año mas, la Semana Santa voy a contaros lo de siempre: que algunos de mis hijos salen, acompañando al Santo Sepulcro (la joya de nuestra Semana Santa), que algunas de mis nietas desfilan junto al Cristo del Expolio, otras van vestidas de monaguillas y parte del resto iran de nazarenos.

Un año más me encuentro probando túnicas negras, azules o moradas, arreglando bajos ( unas veces sacando y otras metiendo), buscando zapatillas, hebillas, calcetines, guantes, medallas que duermen año tras año en cajas en cajones, armarios y altillos y siempre, siempre hay que salir deprisa y corriendo a comprar, pedir o arreglar cualquier parte del vestuario oficial de cada uno de mis queridos familiares y amigas. Si, amigas, de las que a lo mejor no he sabido nada en todo el año, pero que en estas fechas me llaman para preguntarme si tengo algún traje de nazareno, alguna vara o medalla para prestarles para un hijo/hija, nieto/nieta o vecino/vecina. Ellas saben que tengo todas las medidas que precisen.



Compromisos de ultima hora que todos los años, aunque parezca imposible,siempre terminan bien como las peliculas romanticas y por fin la noche del Viernes Santo cansada, agotada, exhausta pero muy feliz me lanzo a la calle para contemplar un año más el paso de la mejor Procesión del mundo mundial, ya que en ella sale mi gente acompañando al Cristo del Expolio y al Santo Yacente.



Un año más, una Semana Santa más, un Viernes Santo, marrajo y cartagenero más. ¿Hasta cuando?



lunes, 9 de enero de 2023

 

En torno a mis blancos manteles



Una vez más vuelvo a retomar el tema de todos los años por este tiempo: Mis manteles navideños. ¿Qué tendrá de particular el tiempo de Navidad para que yo me siente delante del ordenador y piense, recuerde o reflexione sobre mis manteles?

En casa comemos durante los trescientos sesenta y cinco días del año sobre manteles manteles, es decir manteles de tela de diversos colores y tamaños: pequeños, si solo comemos nosotros dos, medianos si alguien se invita, lo cual suele ser un día sí y otro también y manteles grandes para fines de semana, cumpleaños, aniversarios y muchos motivos más. Son aquellos manteles que cuando bordaba mi ajuar, pensaba que iban a estar más tiempo escondidos al fondo del cajón de abajo que sobre mis mesas ¡que inocente era pensar que solo nosotros, los niños y a veces algún familiar o amigo se sentaría a mi mesa!


En este momento en que escribo ya no es Navidad, pasaron los Reyes, vinieron los nietos a quitar adornos y luces y el árbol, todo recogido en distintas cajas. Ya tengo guardadas las bellas figuras del Misterio Navideño: La Virgen, el Niño, San José, los Reyes y el buey y la mula, por cierto este año el buey ha perdido un cuerno, menos mal que ha aparecido entre la mantita que cubría al Niño ¿Se sabrá quién fue el que lo rompió? ¡me temo que no!


Perdón, yo quería hablaros de aquellos manteles que solo se usan en la Navidad y que ahora están durmiendo de nuevo, lavados, planchados, cubiertos de papel de seda como me enseñó hace muchos años a hacerlo mi madre y ahí están guardados hasta que otra vez sea Nochebuena. 

No sé si estaré o estaremos todos los que este año hemos compartido mesas y manteles y lo digo usando el plural, porque en esta casa celebramos muchos, comidas y cenas y necesitamos dos mesas o tres. Viene la familia, vienen los amigos y el número aumenta cada año más y yo como soy algo pesimista, o tal vez realista, no quiero guardar nada en los cajones y abro los armarios y saco a la mesa  la cubertería de plata y salen las copas mejores (hasta a los más chicos les servimos agua en mis altas copas) y pongo en las mesas aquella vajilla que tiene sopera, salseras y fuentes y todos los años se rompe una copa, un cuenco, algún plato ¿y qué importa? 

Antes, cuando se fumaba en casa, a veces veía al ir a planchar, una quemadura y otras veces más, pero ahora tan solo aparecen manchas que son resistentes a mi detergente y entonces me llueven consejos de toda la gente de mi alrededor que me dan la fórmula mágica para eliminarlas y vuelven de nuevo a lucir totalmente blancos y yo me pregunto como cada año; Cuándo yo no esté, ¿Quien se encargará de usar mis manteles? ¿En casa de quién y sobre qué mesas? ¿Quién los lavará después de las fiestas y los planchará? 

Son tantas preguntas que me hago a solas, aunque sé que a nadie le importa lo que yo les digo desde hace años, a estos manteles tan blancos que llevan conmigo, oyéndome hablar mientras que los plancho, mientras que los guardo y les voy contando la felicidad que siento al mirar a mis hijos y al ver a mis nietos cantar villancicos, brindar por la vida con todos mis seres queridos, sentados en torno a mis mesas, cubiertas de blancos manteles…