domingo, 29 de noviembre de 2009

La huertecica y otras cosas


¡ Que buena gente tenemos en esta tierra!

18 de Noviembre de 2009
Un cartagenero premiado por la Reina Sofía
El presidente de la Unión de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (UNAD), el cartagenero Luciano Poyato, fue el encargado de recoger el Premio Reina Sofía en la categoría de 'Labor Social' que recibió de manos de su Majestad. El jurado ha concedido este galardón a la UNAD, a la Asociación Proyecto Hogar, y al Instituto de Adicciones de Madrid Salud por el 'Manual de Buenas Prácticas en Mediación Comunitaria en el ámbito de las Drogodependencias'
S.M. La Reina entregó, en el Palacio de La Zarzuela, el Premio Reina Sofía en la categoría de 'Labor Social' a la Unión de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente, a la Asociación Proyecto Hogar, y al Instituto de Adicciones de Madrid Salud (Ayuntamiento de Madrid) por el 'Manual de Buenas Prácticas en Mediación Comunitaria en el ámbito de las Drogodependencias' que elaboraron conjuntamente.

24 de Noviembre de 2009
Polaris World dona 50 mantas para los CEA de Cartagena y Murcia. La Compañia Polaris World a través de su Fundación Polaris World ha donado a La Huertecica la cantidad de 50 mantas para atender las necesidades de la población en situación de emergencia social de nuestros dos Centros de Emergencia Social de Murcia y Cartagena.

Noticias como estas van apareciendo continuamente en la prensa local. Tal vez no tengan demasiada resonancia fuera, pero no importa.
Entrar en www. lahuertecica.com  y comprobareis como se trabaja en esta institución de atención al drogodependiente.
Así mismo tenemos por acá otros muchos colectivos que hacen caridad (no en vano, nuestra patrona es La Virgen de la Caridad) como Caritas, Rastrillos, fundaciones varias que están siempre trabajando e ideando la forma de prestar ayuda a los más necesitados.
En estas fechas que se aproximan de Navidad surgen por todas partes, en esta ciudad, gentes buenas  y dispuestas a dar un poco de alegria y felicidad a los que carecen de casi todo.

Leonid Afremov


He recibido hoy un correo electronico con una serie de imágenes de Leonid Afremov y he vuelto a disfrutar contemplando la fuerza del color de este pintor, del que hasta hace poco no conocía nada y ahora soy una gran admiradora. ¡Me encanta! Ahí os adjunto la dirección de su galería.
http://leonidafremov.deviantart.com/gallery/

sábado, 14 de noviembre de 2009

Cuarenta días para Navidad


Al igual que la Cuaresma, cuarenta días. En este tiempo de Adviento yo necesito cuarenta días o más para prepar mi Navidad.

Comprendo que el centro fundamental de esas fechas está en celebrar el Nacimiento de Jesús y el acondicionamiento de cada persona para recibir dignamente a este Niño Dios que nos llega, pero reconozco que yo soy más dispersa, más de ideas centrífugas, tal vez más frívola, o sea, que mi período de Adviento lo dedico a:
Decorar la casa dándole ambiente navideño.
Desarmar alguna habitación para poder montar dignamente el Belén.
Diseñar comidas y cenas.
Comprar, almacenar y cocinar con la debida antelación para atender a la intendencia de esos días
Planificar la carta a los Reyes Magos con todo rigor para que nadie de mi entorno se quede sin un regalo, que sea de su agrado.
Organizar el salón-comedor de casa para ubicar las mesas y sillas de todos los que nos reunimos.
Supongo que el resto de los humanos vive su Navidad de manera parecida, pero yo veo a la gente más organizada y más tranquila. Con los años que llevo de experiencia ya tendría que fluir todo de manera natural, pero yo no se de que forma me lío que cuarenta días no son suficientes para llevar a cabo todas estas cuestiones y año tras año, a última hora, hay que correr para solventar algún fallo.
Llevo, a estas fechas, mil anotaciones en mi agenda, pero segura estoy que me olvidaré de cosas que tendré que añadir a lo largo de los días que me faltan.
Prometo comentaros antes de Navidad quienes vienen a cenar o a comer, que menús he preparado y que nos han traído los Reyes, que por cierto en esta casa, desde hace cerca de cuarenta años, tal vez porque vivimos muy desplazados del centro de la ciudad, es Papá Noel, con sus renos, el que nos trae todo lo que año tras año le pedimos a Melchor, Gaspar y Baltasar, los cuales se excusan alegando su mucha edad y lo alejados que estamos del casco urbano. Es disculpable.

martes, 3 de noviembre de 2009

ES LA HORA DE LA SIESTA

Esto lo escribí en verano y me apetece compartirlo con vosotros, como cuando el padrino del bautizo regala peladillas entre los invitados a la ceremonia:


ES LA HORA DE LA SIESTA


Ahora mismo me encuentro echada en mi cama, rodeada por todas parte de nietos y preparada para la heroica y trascendental aventura consistente en hacer que estos niños se queden dormidos, siquiera durante una o dos horas y de esa manera, los adultos podamos descansar. Lo malo es que ellos, si es que consigo que se duerman, conseguirán recargar sus magnificas pilas y de esa forma nos darán la vara hasta la media noche.

Pero en fin, todo sea por una buena causa. Además, para mí, esta actividad supone echarme un pulso, pues ninguno de sus padres da un duro por la posibilidad de que se me duerman. Dicen que yo no me doy cuenta de que sus edades van de dos a siete años y que estando juntos será imposible que los controle. En fin vamos a por ello:

Primero empezaremos colocándonos todos de la manera más cómoda y sin que nadie meta el pié en la boca del que tiene a su lado. A continuación someteremos a debate que cuento quieren que les cuente. Ya se que esto nos llevará un tiempo, porque hay quien quiere oír siempre el mismo cuento y otros prefieren las novedades. Cuando consigamos la mayoría absoluta empezaré con el cuento. No se si hoy le tocara a “El gallo kirico” o “Los tres cerditos” o uno de mi invención, lo cierto es que según mi táctica comenzaré el cuento lentamente, suavemente, con repetición de las salmodias o el canturreo de los estribillos, porque tengo comprobado que eso es lo que más les gusta: que siempre diga las mismas palabras, en el mismo orden, con el mismo tono, y de ese modo voy logrando que se centren y se relajen. Si alguno se me desmanda e intenta moverse, se corta en seco el cuento y, claro está, el resto de la pandilla protesta para que yo pueda continuar. Y así poco a poco van cayendo en un estado de sopor, (los padres dicen que es aburrimiento) que los lleva dulcemente al sueño y de ahí a nuestro propio descanso.

Cuando ya lo he logrado, puedo seguir mirando el techo en la penumbra de la habitación y trasladarme mansamente a otras siestas, a otras playas, a otros veranos, a otros años…

Puedo verme a mi misma con tan solo tres o cuatro años, tumbada sobre una cama turca que está en el piso superior de esa casa de verano de La Lengua de la Vaca en Los Nietos. En la cama de al lado está mi hermana mayor llevando a cabo la misma tarea que hoy realizo yo. Le han encomendado mis padres y mis tíos que intente dormirnos a todos los primos. En total somos cinco y ella se afana en mantenernos quietos jugando a observar, en la fina línea de luz que se filtra a través de las rendijas de la ventana, si lo que a veces se mueve es una o varias personas, si es un adulto o un niño y nosotros, hipnotizados con esa menuda línea de luz que en la fresca oscuridad se dibuja en el techo vamos suavemente entrando en el mundo de los sueños.

Pasan los años, y ahora puedo yo tener más años, trece, catorce o así y la siesta es otra cosa. No hay que dormir a otros niños, somos nosotros los que nos escondemos detrás del biombo que tiene la casa de otra playa y allí nos reunimos todos los primos adolescentes para hablar entre susurros de cómo planificar la salida de la noche, o leer o tan solo escuchar las melodías del momento. Los mayores se han marchado a sus propios dormitorios. Nosotros solo tenemos las colchonetas que a la noche, al volver de pasear, o del cine o de bailar nos echamos en el suelo del enorme comedor y sin quitarnos la ropa o con algún bañador si el calor nos lo aconseja, nos sirven de dormitorio. Pero ahora por la tarde no es correcto y tan solo disponemos de este biombo con colchones, tres o cuatro, uno sobre otro y así reponemos fuerzas, mientras reposan los padres y nosotros, sin dormir, canturreamos y hablamos pero siempre en voz muy baja.

Siguen pasando los años y me veo en otra playa diferente, estamos en Los Urrutias, con mis sobrinos, repitiendo otra vez lo que su madre, mi hermana, hacia en Los Nietos conmigo, cuando yo era como ellos. Me los llevo a los seis niños a la habitación de atrás y allí con poquita luz, con calor, porque entonces en las playas no existían ventiladores, ni mucho menos estos modernos equipos de aire acondicionado de ahora. A la playa, en esos tiempos, se iba a veranear y eso implicaba agua salada y arena, moscas cuando era de día, mosquitos si era de noche, chicharras a media tarde y los grillos por la noche y de vez en cuando también había cucarachas. Pero este no es el tema. Ahora estábamos hablando de la siesta y en ese tiempo las siestas olían a talco y a colonia para niños, a vinagre para calmar quemaduras y a Nivea y en las calurosas tardes de Agosto la siesta con los seis niños y el cuento y las sombras y el sueño reparador…

Ahora me estoy acordando de otra playa, de otros niños, de otros años. Estamos en Punta Brava y aunque la casa es pequeña, como siempre, estamos llenos de niños: Mis hijos y mis sobrinos y de nuevo, como siempre, estoy igual, intentando que se duerman, que nos dejen descansar y otra vez oigo las risas de los padres que me dicen: “No lo intentes, no lo vas a conseguir” “No ves que son demasiados y ahí juntos no se quedarán dormidos” Y ahí estoy, como hoy, logrando lo que nadie se creía, convencer a mis pequeños, hijos, nietos o sobrinos para que duerman la siesta, esa siesta que a ellos no sé, pero a mi me produce un gran placer, un orgullo, un creer que la vida puede dar vueltas y vueltas y modificar costumbres y maneras de vivir pero yo y mis siestas con mis niños siguen siendo las de siempre: “¿Que cuento queréis que os cuente?”

una nueva vida


Hoy estoy algo nostálgica, aunque no tengo motivos para estarlo. Acabo de ser abuela y este milagro de ver llegar a este mundo un bebé sano, perfecto, esa magía de la VIDA, me convence de que existe algo más grande que nosotros, capaz de hacer esta obra insuperable.
Tal vez el miedo al futuro, el no saber que pasará en la vida de este niño, los temores por el parto, por la madre, yo no sé si será todo eso lo que me asusta y deprime, pero tengo que quitarme de la cabeza esta angustia, este temor y esperar, siempre esperar...