martes, 3 de noviembre de 2009

ES LA HORA DE LA SIESTA

Esto lo escribí en verano y me apetece compartirlo con vosotros, como cuando el padrino del bautizo regala peladillas entre los invitados a la ceremonia:


ES LA HORA DE LA SIESTA


Ahora mismo me encuentro echada en mi cama, rodeada por todas parte de nietos y preparada para la heroica y trascendental aventura consistente en hacer que estos niños se queden dormidos, siquiera durante una o dos horas y de esa manera, los adultos podamos descansar. Lo malo es que ellos, si es que consigo que se duerman, conseguirán recargar sus magnificas pilas y de esa forma nos darán la vara hasta la media noche.

Pero en fin, todo sea por una buena causa. Además, para mí, esta actividad supone echarme un pulso, pues ninguno de sus padres da un duro por la posibilidad de que se me duerman. Dicen que yo no me doy cuenta de que sus edades van de dos a siete años y que estando juntos será imposible que los controle. En fin vamos a por ello:

Primero empezaremos colocándonos todos de la manera más cómoda y sin que nadie meta el pié en la boca del que tiene a su lado. A continuación someteremos a debate que cuento quieren que les cuente. Ya se que esto nos llevará un tiempo, porque hay quien quiere oír siempre el mismo cuento y otros prefieren las novedades. Cuando consigamos la mayoría absoluta empezaré con el cuento. No se si hoy le tocara a “El gallo kirico” o “Los tres cerditos” o uno de mi invención, lo cierto es que según mi táctica comenzaré el cuento lentamente, suavemente, con repetición de las salmodias o el canturreo de los estribillos, porque tengo comprobado que eso es lo que más les gusta: que siempre diga las mismas palabras, en el mismo orden, con el mismo tono, y de ese modo voy logrando que se centren y se relajen. Si alguno se me desmanda e intenta moverse, se corta en seco el cuento y, claro está, el resto de la pandilla protesta para que yo pueda continuar. Y así poco a poco van cayendo en un estado de sopor, (los padres dicen que es aburrimiento) que los lleva dulcemente al sueño y de ahí a nuestro propio descanso.

Cuando ya lo he logrado, puedo seguir mirando el techo en la penumbra de la habitación y trasladarme mansamente a otras siestas, a otras playas, a otros veranos, a otros años…

Puedo verme a mi misma con tan solo tres o cuatro años, tumbada sobre una cama turca que está en el piso superior de esa casa de verano de La Lengua de la Vaca en Los Nietos. En la cama de al lado está mi hermana mayor llevando a cabo la misma tarea que hoy realizo yo. Le han encomendado mis padres y mis tíos que intente dormirnos a todos los primos. En total somos cinco y ella se afana en mantenernos quietos jugando a observar, en la fina línea de luz que se filtra a través de las rendijas de la ventana, si lo que a veces se mueve es una o varias personas, si es un adulto o un niño y nosotros, hipnotizados con esa menuda línea de luz que en la fresca oscuridad se dibuja en el techo vamos suavemente entrando en el mundo de los sueños.

Pasan los años, y ahora puedo yo tener más años, trece, catorce o así y la siesta es otra cosa. No hay que dormir a otros niños, somos nosotros los que nos escondemos detrás del biombo que tiene la casa de otra playa y allí nos reunimos todos los primos adolescentes para hablar entre susurros de cómo planificar la salida de la noche, o leer o tan solo escuchar las melodías del momento. Los mayores se han marchado a sus propios dormitorios. Nosotros solo tenemos las colchonetas que a la noche, al volver de pasear, o del cine o de bailar nos echamos en el suelo del enorme comedor y sin quitarnos la ropa o con algún bañador si el calor nos lo aconseja, nos sirven de dormitorio. Pero ahora por la tarde no es correcto y tan solo disponemos de este biombo con colchones, tres o cuatro, uno sobre otro y así reponemos fuerzas, mientras reposan los padres y nosotros, sin dormir, canturreamos y hablamos pero siempre en voz muy baja.

Siguen pasando los años y me veo en otra playa diferente, estamos en Los Urrutias, con mis sobrinos, repitiendo otra vez lo que su madre, mi hermana, hacia en Los Nietos conmigo, cuando yo era como ellos. Me los llevo a los seis niños a la habitación de atrás y allí con poquita luz, con calor, porque entonces en las playas no existían ventiladores, ni mucho menos estos modernos equipos de aire acondicionado de ahora. A la playa, en esos tiempos, se iba a veranear y eso implicaba agua salada y arena, moscas cuando era de día, mosquitos si era de noche, chicharras a media tarde y los grillos por la noche y de vez en cuando también había cucarachas. Pero este no es el tema. Ahora estábamos hablando de la siesta y en ese tiempo las siestas olían a talco y a colonia para niños, a vinagre para calmar quemaduras y a Nivea y en las calurosas tardes de Agosto la siesta con los seis niños y el cuento y las sombras y el sueño reparador…

Ahora me estoy acordando de otra playa, de otros niños, de otros años. Estamos en Punta Brava y aunque la casa es pequeña, como siempre, estamos llenos de niños: Mis hijos y mis sobrinos y de nuevo, como siempre, estoy igual, intentando que se duerman, que nos dejen descansar y otra vez oigo las risas de los padres que me dicen: “No lo intentes, no lo vas a conseguir” “No ves que son demasiados y ahí juntos no se quedarán dormidos” Y ahí estoy, como hoy, logrando lo que nadie se creía, convencer a mis pequeños, hijos, nietos o sobrinos para que duerman la siesta, esa siesta que a ellos no sé, pero a mi me produce un gran placer, un orgullo, un creer que la vida puede dar vueltas y vueltas y modificar costumbres y maneras de vivir pero yo y mis siestas con mis niños siguen siendo las de siempre: “¿Que cuento queréis que os cuente?”

1 comentario:

  1. QUÉ BONITO ME HA RESULTADO LEER TODO EL ARTÍCULO DE LA SIESTA. POR UN MOMENTO ME HA LLEVADO A OTRO MUNDO Y ME HE VISTO FLOTAR, PARA LUEGO DESPERTAR EN UNA FRÍA MESA DE DESPACHO RODEADA DE TRABAJO.
    MI PASIÓN POR LA LECTURA Y LA MANERA QUE TENGO DE ENGULLIR TODO TIPO DE LIBROS,YA SÉ DE QUIÉN LA HEREDÉ: DE MI TÍA CARMINA, LOS VERANOS QUE PASABA EN LA MANGA Y LA VEÍA LEER EN LA CAMA ANTES DE LA SIESTA Y ANTES DE APAGAR LA LUZ POR LA NOCHE. AHORA ES UN RITUAL DEL QUE NO PUEDO PRESCINDIR. MIL GRACIAS¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡. MARIOLA

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