Al igual que la Cuaresma, cuarenta días. En este tiempo de Adviento yo necesito cuarenta días o más para prepar mi Navidad.
Comprendo que el centro fundamental de esas fechas está en celebrar el Nacimiento de Jesús y el acondicionamiento de cada persona para recibir dignamente a este Niño Dios que nos llega, pero reconozco que yo soy más dispersa, más de ideas centrífugas, tal vez más frívola, o sea, que mi período de Adviento lo dedico a:
Decorar la casa dándole ambiente navideño.
Desarmar alguna habitación para poder montar dignamente el Belén.
Diseñar comidas y cenas.
Comprar, almacenar y cocinar con la debida antelación para atender a la intendencia de esos días
Planificar la carta a los Reyes Magos con todo rigor para que nadie de mi entorno se quede sin un regalo, que sea de su agrado.
Organizar el salón-comedor de casa para ubicar las mesas y sillas de todos los que nos reunimos.
Supongo que el resto de los humanos vive su Navidad de manera parecida, pero yo veo a la gente más organizada y más tranquila. Con los años que llevo de experiencia ya tendría que fluir todo de manera natural, pero yo no se de que forma me lío que cuarenta días no son suficientes para llevar a cabo todas estas cuestiones y año tras año, a última hora, hay que correr para solventar algún fallo.
Llevo, a estas fechas, mil anotaciones en mi agenda, pero segura estoy que me olvidaré de cosas que tendré que añadir a lo largo de los días que me faltan.
Prometo comentaros antes de Navidad quienes vienen a cenar o a comer, que menús he preparado y que nos han traído los Reyes, que por cierto en esta casa, desde hace cerca de cuarenta años, tal vez porque vivimos muy desplazados del centro de la ciudad, es Papá Noel, con sus renos, el que nos trae todo lo que año tras año le pedimos a Melchor, Gaspar y Baltasar, los cuales se excusan alegando su mucha edad y lo alejados que estamos del casco urbano. Es disculpable.
Comprendo que el centro fundamental de esas fechas está en celebrar el Nacimiento de Jesús y el acondicionamiento de cada persona para recibir dignamente a este Niño Dios que nos llega, pero reconozco que yo soy más dispersa, más de ideas centrífugas, tal vez más frívola, o sea, que mi período de Adviento lo dedico a:
Decorar la casa dándole ambiente navideño.
Desarmar alguna habitación para poder montar dignamente el Belén.
Diseñar comidas y cenas.
Comprar, almacenar y cocinar con la debida antelación para atender a la intendencia de esos días
Planificar la carta a los Reyes Magos con todo rigor para que nadie de mi entorno se quede sin un regalo, que sea de su agrado.
Organizar el salón-comedor de casa para ubicar las mesas y sillas de todos los que nos reunimos.
Supongo que el resto de los humanos vive su Navidad de manera parecida, pero yo veo a la gente más organizada y más tranquila. Con los años que llevo de experiencia ya tendría que fluir todo de manera natural, pero yo no se de que forma me lío que cuarenta días no son suficientes para llevar a cabo todas estas cuestiones y año tras año, a última hora, hay que correr para solventar algún fallo.
Llevo, a estas fechas, mil anotaciones en mi agenda, pero segura estoy que me olvidaré de cosas que tendré que añadir a lo largo de los días que me faltan.
Prometo comentaros antes de Navidad quienes vienen a cenar o a comer, que menús he preparado y que nos han traído los Reyes, que por cierto en esta casa, desde hace cerca de cuarenta años, tal vez porque vivimos muy desplazados del centro de la ciudad, es Papá Noel, con sus renos, el que nos trae todo lo que año tras año le pedimos a Melchor, Gaspar y Baltasar, los cuales se excusan alegando su mucha edad y lo alejados que estamos del casco urbano. Es disculpable.
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