martes, 4 de enero de 2011

Ayer estuve en un concierto

Ayer acudí a presenciar el Concierto de Año Nuevo, pero en realidad no estuve atenta. Me distrajo una joven violinista embarazada de pocos meses y pensareis que qué tenía esa futura madre para hacer que no prestara atención al resto de la orquesta. El director estuvo bien, los miembros de la sinfónica también, las piezas escogidas me gustaron, pero lo que más me gustó, con diferencia, fue contemplar a esa mujer en estado de buena esperanza sonriendo todo el tiempo, como si tocara exclusivamente para su futuro hijo. ¡Que afortunado! Me imaginaba al nonato escuchando la melodía que arrancaba su madre con el arco del pequeño violín para él y sólo para él. ¿Hay algo más hermoso? Ella sonreía y se balanceaba llevando el ritmo con todo su cuerpo, acunando, meciendo a su niño o niña. Se la notaba disfrutando del momento y yo estoy segura que ella debía percibir el momento feliz que dentro de su seno vivía su futuro bebé.
Diréis que no sería tan bueno el concierto para que yo me evadiera de esa forma y me abstrajera del mundo real para trasladarme al país de la fantasía haciendo elucubraciones, pero os juro que era hermosísima la expresión de su rostro relajada y sonriente. ¡Ella sí que estaba fuera del entorno real! Interpretaba soñadora y feliz, solamente para el afortunado invitado al Concierto y al final de cada fragmento musical, mis aplausos eran para ella por la ternura y el cariño que rezumaba de sus particulares nanas al no nacido.

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