Ayer, trece de Mayo, se cumplían cuarenta y seis años del fin de una etapa y el principio de una nueva en mi vida.
En mí existen dos personas, más bien varias personas más, de las que en algún momento os hablaré, pero hace cuarenta y seis años que se esfumó aquella que había nacido y vivido entre nubes de algodón y apareció cubierta, como siempre aparecen los recién nacidos, de sangre, moratones y llanto, aquella de la que ayer se cumplió el aniversario.
La crisálida que vivía en la oscuridad cálida de la vida familiar, había abierto, hacía poco, las hermosas alas de colores de la adolescencia y juventud alegre, haciendo todo tipo de proyectos de futuro. Voló la mariposa por jardines perfumados y alzó el vuelo hacia el sol y voló durante un corto periodo de tiempo, muy corto y sin que nadie le alertara. sin la mínima sospecha de tormenta, el cielo azul en el que transcurría su vida, se tornó bruscamente, en cuestión de unas horas, en terrible huracán que empezó a golpear a la criatura ingenua a lo largo de trece horribles días: uno, dos, tres... trece días, cada uno peor que el anterior, pero ninguno más terrible que el décimo tercero en el que acabaron tantas cosa; la vida de mi padre, la sonrisa alegre de mi madre, la ilusión de los planes previstos, la fe en las personas más cercanas...
De la misma manera que en la Biblia se cuenta que el velo del templo se rasgó un Viernes Santo, también se me rompió el telón de mi vida aquel día de mayo, dejando al descubierto vileza, sin razón, egoísmo, desprecio, soberbia, miserias que existían y que desconocía que estuvieran ocultas por el telón de fondo del hermoso escenario de mi vida pasada.
Han pasado los años, he vivido otras vidas, momentos muy felices, tristezas, emociones y ahora soy como esas muñecas, las matriuskas, que ocultan en su interior, muñecas y muñecas, distintas, parecidas, diferentes, iguales... cada una de ellas tiene una historia propia y al final ¿quien soy yo? ¿la pequeña? ¿la grande? ¿la mediana? ¿Soy aquella que vio morir un día de mayo, ya lejano, al padre al que aún añoro? ¿o la madre, la hermana, la abuela que ahora soy? No lo sé, solo sé que aquel día algo grande ocurrió y marcó para siempre mi vida. Aún te extraño, papá, hasta luego.
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