Enganchada más que atrapada
Se termina el año y este pobre blog ha pasado casi todo el tiempo dormido. Salvo la entrada de Semana Santa ¡allá por Marzo! no le he dedicado nada de tiempo y me siento culpable. Considero que los hijos, las mascotas y los blogs deben tenerse con seriedad, con la responsabilidad de saber que hay que hacerse cargo de sus necesidades. No es digno traer al mundo un hijo, adquirir un perro o iniciar un blog para luego no dedicarle toda la atención que necesita.
A lo largo del año, al navegar por las redes, al acabar de leer las noticias del mundo o fisgonear desde la corrala de Facebook he visto el título de este blog y he sentido como un pellizco a la altura del corazón y rápidamente he movido el ratón a otra página, a leer mis correos o a mirar en mi cuenta si ya había venido la factura de la luz.
Me confieso culpable de abandono cruel. No tengo derecho a dejar en el olvido una creación mía, una obra de mis manos. Este blog nació porque yo lo decidí, se puso a mi disposición para que desde aquí yo contara al mundo mis vivencias y sentimientos. Incluso, su segunda página, la que recogía los libros que iba leyendo está ¿dormida? ¿Paralizada? Tal vez muerta.
Como una planta se muere cuando le falta el riego, el abono y el sol, así está este pobre blog y yo y solamente yo soy la responsable.
Termina 2016, un año denso en vivencias familiares y sociales. Si
esta bitácora hubiera recogido todos los hechos ocurridos a lo largo del año,
estaría repleta de páginas, de fotografías, de vídeos y de libros leídos.
Todos hacemos propósitos para el nuevo año y yo voy a prometer que
no volveré a dejar abandonado a mi querido blog, este blog que creé con tanta
ilusión y espero cumplirlo.
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