La conversación
se muere
Se publica en España el último ensayo de
la investigadora del MIT, Sherry Turkle
La conversación
se muere
"Sin
conversación cara a cara perdemos lo que nos diferencia de otras especies: la
humanidad"
"Los
estudiantes universitarios preferían darse descargas eléctricas antes que estar
a solas con sus ideas"
"Ha
surgido un nuevo ser, hiperconectado, definido por 'comparto, luego existo',
pero que se siente solo
08/02/2017 02:57
"¿Acaso
todos estos pequeños tuits, estos sorbitos de conexión online, no suman juntos
un gran trago de conversación real?", se preguntó el actor y cómico
estadounidense Stephen Colbert. Un interrogante que se quedó rondando en
la cabeza de Sherry Turkle, profesora del MIT (Instituto Tecnológico de
Massachusetts) y con tres décadas dedicadas a la investigación de las
relaciones entre el hombre y la tecnología. "No", fue su respuesta
tajante. "La tecnología ha hecho que estemos experimentando una huida
de la conversación cara a cara" y esto tiene consecuencias muy
negativas porque "la conversación es la base de la democracia y los
negocios, sustenta la empatía y es básica para la amistad, el amor, el
aprendizaje y la productividad". Sin ella, dice esta experta,
"perdemos aquello que nos diferencia del resto de las especies, perdemos
nuestra humanidad".
Tras
entrevistar durante cinco años a cientos de personas en el ámbito laboral,
familiar y educativo y después de reflexionar sobre sus propias experiencias y
de revisar estudios sobre el asunto, Sherry Turkle publica en España este 8 de
febrero 'En defensa de la conversación' (Ático de Los Libros), un
análisis sobre el riesgo que corremos al perder la capacidad de hablar a la
cara, al eliminar el contacto visual, al negarnos la espontaneidad en una
charla en persona. Casi 500 páginas sobre esta "grave amenaza" que
tenemos encima, este conversicidio que estamos cometiendo, pero con un
mensaje optimista: "estamos a tiempo de atajar el problema. Tenemos
lo más importante, nos tenemos los unos a los otros".
En "el
libro que hará que hablemos sobre cómo ya nunca hablamos", según lo
describió 'The Washington
Post' y que "evoca un periodo, no muy lejano en el tiempo, en
el que la conversación, la privacidad y el debate no eran boutiques de
lujo", como escribió The New York
Times', esta psicóloga -no antitecnológica pero sí proconversación-
habla de una "crisis de empatía", porque "incluso un
teléfono en silencio sobre la mesa nos desconecta". Turkle constata
que ahora "esperamos más de la tecnología y menos del otro" y que
"hemos sacrificado la conversación por la mera conexión". Pero que
tras esto se esconde una dolorosa realidad: "la sensación de que nadie
nos escucha".
Ha surgido un
nuevo ser, multitarea, hiperconectado, que se define por "comparto,
luego existo", pero que, paradójicamente, se siente más solo.
"Hemos pasado de estar en una comunidad a tener la sensación de estar en
una comunidad. ¿Hemos pasado también de la empatía a la sensación de empatía?
¿De la amistad a la sensación de la amistad? Debemos prestar mucha atención a
esto", advierte la especialista del MIT.
"No soportamos estar a solas"
En una
entrevista con EL MUNDO, Turkle comenta que al poco de empezar a investigar se
dio cuenta de "la estrecha relación que existía entre la huida de la
conversación y la huida de la soledad. La gente tiene miedo de pasar tiempo a
solas. Trabajos realizados con estudiantes universitarios demuestran que éstos prefieren
administrarse descargas eléctricas a sí mismos antes que estar a solas con sus
pensamientos, sin teléfono, sin dispositivos o sin un libro. Para estos
jóvenes, la soledad, con su carencia de estímulos externos, es algo
literalmente insoportable". Han leído bien. Descargas con tal de no estar
consigo mismos. Suena a ciencia ficción, pero es una escena de hoy.
Una cuarta
parte de los adolescentes se conectan a un dispositivo durante los cinco primeros
minutos después de despertar. Envían una media de 100 mensajes de texto al día.
"La
presencia de dispositivos interactivos que siempre llevamos encima implica que
nunca más tenemos que sentirnos solos. Esto se hace evidente en la cola del
supermercado o en un semáforo en rojo: la gente no se permite tiempo para
reflexionar. Pero la capacidad para pasar tiempo con uno es un requisito
para cualquier relación", añade la autora. Y es importante porque
trasciende el ámbito privado. Lo explica Turkle: "Ahora mismo en EEUU
estamos viviendo un momento en el que necesitamos pensar profunda y
críticamente sobre cuestiones políticas. No podemos limitarnos a reaccionar sin
más", a tuitear sin más, "necesitamos pensar las cosas con calma.
Reflexionar las consecuencias. Hablar con uno para poder hablar luego con
los demás".
Pero esto no
está ocurriendo. "Hacemos cosas que eran muy raras pero a las que nos
hemos acostumbrado muy rápido. Por ejemplo, mandamos sms o entramos en Facebook
durante reuniones corporativas. Chateamos en funerales. Nos alejamos de
nuestro duelo para meternos en el móvil. Y lo que creo es que nos estamos
metiendo en un problema", indica la psicóloga..
Paradójicamente
esta entrevista se produce gracias a las nuevas tecnologías y a través del correo
electrónico, no en persona. Una forma elegida por la propia Turkle pero en
la que admite que nos perderemos cosas. "No se producirá una serendipia,
no descubriremos nuestros intereses comunes, no habrá química. No tendré la
posibilidad de entablar una amistad con alguien de España", responde por
la parte que le toca.
Pero la
investigadora del MIT quiere dejar clara una cosa: "He conocido a
muchísima gente que describe la gran intimidad y la increíble calidez,
sensualidad y conexión que sienten cuando se comunican a través de mensajes. Siento
un nuevo respeto por lo que los mensajes son capaces de conseguir. Nos
ofrecen una forma divertida, a veces erótica, a veces emocional y, a menudo,
emocionante de comunicarnos. No estoy en contra de eso. Pero hay cosas
que sólo la conversación puede aportarnos y es importante admitirlo".
Conversaciones en cuatro sillas
Matizado el
hecho de que no propone el cara a cara en detrimento de los mensajes y que ésa
es una discusión en la que no cree, Sherry analiza la conversación en todas las
esferas y para ello recurre a las tres sillas que imaginó el escritor y
filósofo Thoreau cuando se retiró al estanque Walden: las conversaciones
con "una silla" -las que mantenemos con nosotros mismos, en
soledad-; las de dos sillas -las charlas con los amigos- y las de tres
sillas -las que se producen en el mundo laboral y educativo-. No obstante,
la psicóloga añade una "cuarta silla": para las conversaciones
que mantenemos con máquinas.
Sherry Turkle. Foto: Ático de los libros
Empecemos por
lo que Turkle ha observado que nos sucede cuando estamos a solas con
nosotros mismos. Y que es, básicamente, que no lo aguantamos. Esta experta
insiste en la importancia de "encontrarnos a nosotros para hablar con los
demás. Si no enseñas a tus hijos a estar a solas, únicamente aprenderán a
ser personas solitarias".
"Hoy en
día los padres no quieren que los hijos tengan ningún rato muerto. Pero el aburrimiento
infantil es un motor, es la chispa que enciende la
imaginación". Hablando con padres, la investigadora percibe que "se
dan cuenta de que sus hijos son menos empáticos de lo que deberían ser a su
edad". De hecho, según explicaron los maestros de una escuela
estadounidense, "los niños de 12 años juegan en el patio como si
tuvieran ocho. Se excluyen unos a otros como lo harían los chicos más
pequeños. Y lo más doloroso es que no son capaces de ver cuándo hieren los
sentimientos de los demás. Luego se sientan en el comedor y miran el
teléfono. Cuando comparten cosas, lo que comparten es lo que hay en sus
teléfonos. La vieja conversación enseñaba a sentir empatía. Estos estudiantes
parecen comprenderse cada vez menos".
Y la
situación empeora a medida que crecen. Según los estudios "durante los
últimos 20 años hemos presenciado un declive de un 40% en los marcadores de
empatía entre los estudiantes universitarios".
El 66% de los
trabajadores que participaron en una encuesta afirmó no ser capaz de
concentrarse en una sola cosa debido a las nuevas tecnologías.
Lo irónico es
que "los padres se quejan de que los niños no quieren hablar con ellos
porque están ocupados con el teléfono a la hora de comer; los hijos se quejan
de que sus padres hacen lo mismo". No entienden que "las
conversaciones en el seno de la familia son el campo de entrenamiento de la
empatía y que no hay mejor manera de desincentivar el bullying que dotar a
los niños de la capacidad de ponerse en el lugar del otro y reflexionar
sobre el impacto de sus acciones". Dice la autora que "estamos
privando a los niños no sólo de palabras, sino también de adultos que los miren
a los ojos". Y lanza una pregunta al aire: ¿Prestaremos atención si, una
década después, temerosos de quedarnos solos, nuestros hijos nos muestran el
precio que hemos pagado?".
Primer paso: recuperar la atención
Una encuesta
realizada en 2013 demostró que un 20% de la gente entre 18 y 34 años
contestaba al teléfono mientras mantenía relaciones sexuales. Nueve de cada
10 estudiantes afirma enviar mensajes de texto en clase. El 80% duerme con
sus móviles. Un 44% admite que nunca desconecta. "Recuperar la
conversación empieza por recuperar nuestra atención", explica Turkle, que
afirma que "las primeras generaciones de niños que crecieron con teléfonos
inteligentes no saben cómo entablar una conversación ni se sienten cómodos
cuando lo hacen, les provoca ansiedad". De hecho, los estudios citados en
el libro demuestran que quienes pasan mucho tiempo conectados tienen menor
capacidad para identificar sentimientos. Son menos empáticos y menos
creativos.
La amistad, recoge el ensayo, también se resiente porque parece que "ahora
consiste en estar siempre disponible, siempre alerta, por si hay alguna
emergencia". Y ahí viene otra paradoja: cuando estamos separados:
hipervigilancia. Cuando estamos juntos: falta de atención. El mundo laboral
tampoco es ajeno a esto. Cientos de empresarios entrevistados para el libro
reconocen sin titubeos que la conversación cara a cara es "un requisito
para construir confianza, para vender algo y para cerrar un trato", además
de mejorar la productividad y las relaciones entre empleados.
La cuarta
silla que incorpora Turkle hace referencia a la tentación que sentimos no sólo
de hablar a través de máquinas sino de hablar con máquinas. "El término
inteligencia solía implicar sensibilidad, capacidad de percepción, conciencia,
discernimiento, razón, agudeza e ingenio. Y, sin embargo, ahora decimos
tranquilamente que las máquinas son inteligentes". Y ¿de qué hablamos
cuando hablamos sobre las conversaciones que mantenemos con las máquinas?
"Hablamos de nuestro miedo a los demás, de nuestras decepciones con los
demás, de nuestra falta de vida en comunidad, de nuestra falta de tiempo".
Y mientras "tratamos a las máquinas como si fueran casi humanas,
tratamos a los seres humanos como si fueran casi máquinas".
Cierto. Su
tesis nos deja tocados, pero aún no hundidos. A pesar de este panorama, no es
demasiado tarde. "Tenemos tiempo para recordar quienes somos: criaturas
con historia. Criaturas de conversaciones toscas, arriesgadas y cara a cara".
Por eso "es hora de recuperarlo". Porque hablar no cuesta nada, pero
la conversación no tiene precio.
¿Qué podemos hacer desde ya? Pautas de
Turkle
·
No vayas a todas partes con un
dispositivo en la mano
·
Disminuye la velocidad, aprende a
escuchar tu voz interior. Tómate tu tiempo y tómate tiempo para estar
tranquilo.
·
Crea espacios sagrados para la conversación.
·
Habla con la gente con la que no estés
de acuerdo. Nuestros prejuicios afectan tanto a nuestra conversación como
nuestras distracciones,
·
Intenta evitar pensar en términos
dicotómicos. El mundo digital se basa en elecciones binarias, pero nuestro pensamiento
no puede operar de ese modo.
Intenta evitar pensar en términos dicotómicos. El mundo digital se basa en
elecciones binarias, pero nuestro pensamiento no puede operar de ese modo.