sábado, 21 de diciembre de 2019

¿Navidad o Año Nuevo?












¿Qué se celebra este mes? ¿Por qué algunos estamos alegres y por qué otros están tristes extrañando a sus ausentes? ¿O quizás les agobian los gastos que se le avecinan? Estamos en un mes lleno de luces, música y colores. Los comercios no paran de vender de todo y nosotros compramos y compramos. Hacemos listas interminables de regalos, de carnes, mariscos, turrones, perfumes y siempre notamos que hay que volver a la calle, después de adornar nuestra casa con todo tipo de cosas y seguir comprando alegres, o tal vez malhumorados, recorriendo calles y plazas iluminadas y tarareando las melodías que nos acompañan.



En Diciembre estamos obligados a estar contentos y yo me pregunto ¿por qué? ¿Tal vez porque se acaba un año que no nos ha sido muy favorable y confiamos que el nuevo año nos traiga alegrías nuevas? Tal vez sea así. Salgo a la calle o me quedo en casa y recibo mensajes de amor, de paz, de felicidad… Papá Noel, los renos, los elfos, la nieve, las luces y no olvidemos sonreír a todo el que se cruce en nuestro camino. ¿Qué estamos celebrando?


Hace tiempo, mucho tiempo, en este mes de Diciembre se preparaba todo para que cuando llegase el día veinticuatro todo estuviese dispuesto: las madres encargaban un pavo, llevaban al horno dulces que alegraría a los niños de la casa, niños que habían traído de su colegio felicitaciones entrañables para colocar cerca del Belén que el padre y los más mayores habían instalado en un lugar preferente de la casa formando montañas, ríos y cielo estrellado. Se cantaban villancicos acompañados de zambombas y panderetas mientras el abuelo rasgaba la botella de anís para sacarle la música de todas la Navidades y luego, mas tarde, salía toda la familia alegre a  Misa de Gallo porque Navidad era eso, era celebrar que el Hijo de Dios nacía en un pobre pesebre para traernos Paz y Amor. Ya llegarían, el día seis de Enero, los Reyes Magos cargados de regalos para todos, pero eso sería cuando acabaran las vacaciones de Navidad.



Todo esto que recuerdo no tiene nada que ver con las “Fiestas Navideñas” de estos tiempos en que, acabado el sorteo de la lotería salen todos de vacaciones al crucero soñado, a la casa rural, a elegir el lugar donde se tomarán las uvas, con quien y toda la parafernalia propia de la gran fiesta de despedida de un año y alegría sin fin por el nuevo año y regalos, muchos regalos.

Yo quiero desearos Felices Navidades y repito la pregunta del principio: ¿Qué se celebra este mes? ¿Navidad o Fin de Año?



viernes, 15 de noviembre de 2019

Las matrioshkas de la Tertulia Athenea

 ¡Dios mío! ¡Qué afortunadas somos de pertenecer a esta tertulia! Los jueves, nuestros jueves en el Rectorado son como una reunión de muñecas rusas, las matrioshkas. Todas nos conocemos, todas creemos conocernos, pero en el fondo, dentro de cada una de nosotras hay otra persona más sabia, más buena, más profunda, más hermosa, más creativa  y esa nueva tertuliana nos sorprende cuando nos expone su trabajo.








Hoy ha sido uno de esos jueves mágicos. Carmen Rosique nos ha presentado un trabajo sobre los escultores murcianos del pasado siglo magníficamente elaborado. Durante cerca de una hora nos ha narrando la biografía de varios de ellos,  sus orígenes, sus estilos, sus influencias, mostrándonos sus obras más significativas.






No voy a nombrar a los escultores de los que nos ha hablado, porque ellos son suficientemente conocidos y premiados y porque el trabajo de Carmen ha consistido, precisamente, en investigar, estudiar y descubrirnos a nosotras sus obras.
















Como dice el refrán: “Quien quiera saber, a Salamanca a aprender”  y yo lo modifico diciendo: “Quien quiera aprender, a la Tertulia Athenea ha de volver”  (Perdonarme esta patochada, pero estoy muy feliz de seguir aprendiendo cada jueves de mis queridas matrioshkas)


Gracias Carmen por el magnífico trabajo expuesto esta tarde y que conste que tertulianas como tú, cada vez ponéis el listón más alto.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Olor a petricor





Cuando ayer empezaba a llover, después de tanto tiempo de sequía, me llegó un olor que me trasladó con toda rapidez a mi infancia, a mis lejanos veranos, a una época repleta de libertad. “Olor a ozono” comentó alguien a mi lado y yo, repelente, sabihonda y sabelotodo respondí: “no, huele a petricor”
Hasta hace cuatro días, más o menos, ayer mismo, yo también decía que esa tierra mojada me traía olor a ozono, pero he tenido que cumplir un montón de años para que una canija tan pedante como yo me sacara de mi error.
Cuando empiezan a caer las primeras gotas de lluvia en los cálidos días de la primavera o el verano recibimos un olor, dos olores, hasta tres olores diferentes: ¿es la lluvia o es la tormenta? ¿Es tal vez la tierra mojada? ¿A que huele?


Como sabéis lo curiosa que soy y que Google ha venido a reemplazar mi diccionario enciclopédico, he acudido a mi buscador preferido y ¡zas! Ahí están mis tres olores:
Ozono: Poco tiempo antes de que se desate una tormenta lo sentimos. Es un olor metálico muy característico y entonces decimos “va a llover” pero no es ese olor al que me refiero.
Geosmina: ¡Ahí queda eso! Una de las sustancias más destacadas del perfume de la tierra es la geosmina, producida por la bacteria “Streptomyces coelicolor”. La geosmina es la sustancia química que los camellos huelen cuando buscan agua para llenar sus jorobas (con perdón) y tampoco es ese olor.
Petricor: Se define como el aroma que acompaña a la primera lluvia tras un largo periodo de sequía. Procede del griego petra (piedra) e icor y es el nombre dado al olor que se produce al caer la lluvia en los suelos secos, equivalente al popular “tierra mojada” o simplemente “olor a lluvia”. En los años sesenta del siglo pasado dos geólogos australianos lo describieron como el olor que deriva de un aceite exudado por ciertas plantas durante períodos de sequía que queda absorbido en la superficie de las rocas y al entrar en contacto con la lluvia es liberado en el aire.


Como veréis no es ozono, ni es geosmina, sino PETRICOR el aroma que nos despierta los sentidos y nos transporta a los felices tiempos de nuestra infancia y juventud en el momento en que caen las primeras gotas de lluvia sobre el terreno seco en primavera o verano.

Ya lo dice el refrán: No te acostarás sin saber una cosa más. 

viernes, 7 de junio de 2019

El silencio es vital para nuestro cerebro

Como siempre que "navego" me encuentro cosas interesantes -al menos desde mi punto de vista- y es por ello que al encontrarme con este artículo , os quiero hacer partícipe de él:



La ciencia dice que el silencio es vital para nuestro cerebro La prueba de que el ruido duele y el silencio sana. El valor del silencio es sentido por todos en algún momento de sus vidas. El silencio es reconfortante, nutritivo y acogedor. Nos abre a la inspiración y nutre la mente, el cuerpo y el alma.

Mientras tanto, la locura del mundo ruidoso está ahogando nuestra creatividad, nuestra conexión interior y obstaculizando nuestra resistencia. La ciencia muestra ahora que el silencio puede ser justo lo que necesitamos para regenerar nuestros cerebros y cuerpos exhaustos.

Los estudios demuestran que el ruido tiene un poderoso efecto físico en nuestros cerebros, causando niveles elevados de hormonas del estrés. El sonido viaja al cerebro como señales eléctricas a través del oído. Incluso cuando estamos durmiendo, estas ondas sonoras hacen que el cuerpo reaccione y active la amígdala, la parte del cerebro asociada con la memoria y las emociones, lo que lleva a la liberación de hormonas del estrés.

Por lo tanto, vivir en un ambiente consistentemente ruidoso hará que usted experimente niveles extremadamente altos de estas hormonas dañinas

Este es el único grito que me gusta


domingo, 2 de junio de 2019






Llega Junio y acaba Mayo

Mayo acaba de terminar y Junio nos va conduciendo hacia el soñado verano. Atrás van quedando los niños de Primera Comunión, la recogida de las notas finales, los actos académicos de graduación y el inicio de las comidas y cenas de despedida de todos los cursos a los que hemos acudido este año.
Hoy me siento a escribir porque tengo necesidad de ello. Noto que se deslizan como arena entre los dedos situaciones, experiencias y sentimientos que se me escapan y desconozco hacia donde van. Miro mis rosas que hasta ayer perfumaban toda mi casa y veo caer sus pétalos ajados, abro los armarios para buscar la ropa de verano y su imagen no me dice nada, no recuerdo si fui feliz el pasado año vistiendo estas prendas, con quien estuve y adonde fui. 



El tránsito de todo me agobia y me aturde. Siento que antes de ahora los años tenían trecientos sesenta y cinco días y los días veinticuatro horas, pero ahora no es así: Hay recuerdos de hace tan solo un momento que no consigo acercar a mi memoria y otros lejanos que me envuelven como una suave caricia y los vuelvo a recordar y a vivir como si el tiempo volviera de nuevo a llevarme a aquellos lugares en que fui feliz, rodeada de aquellas personas que tanto me amaron.


Llega Junio y acaba Mayo. Termina mi Primavera, la de las flores de mi jardín, la de los niños jugando hasta muy tarde con las bicis o jugando a la pelota o escondiéndose nerviosos entre mi casa y la suya y eso me hace recordar aquellos tiempos lejanos en yo también jugaba a esconderme y nerviosa deseaba y al mismo tiempo quería que no me encontrara nadie y si nadie me buscaba me sentía aun peor, ya que nadie me extrañaba.  

Pasa el tiempo y yo con él también paso. Quiero retener el tiempo, pero es mentira, no quiero. Quiero que pase veloz, que no se detenga apenas. Quiero… No sé realmente que quiero o quizás lo sé muy bien y no quiero lo que quiero.  
Este sueño y esta paz es lo en verdad envidio.


domingo, 5 de mayo de 2019



Hoy, Día de la Madre, he recibido montones de mensajes de todo tipo, felicitaciones con imágenes, con poemas, muchos, pero este texto es el que más me ha gustado y quiero regalároslo  a todas.

…Y llega un día
Que te escuchas hablando como ella, cocinando como ella, regañando como ella, cantando como ella, enseñando como ella, bailando como ella, escribiendo como ella, llorando como ella.
Y llega un día que esos zapatos gigantes que tanto te probaste te quedan, y puedes recorrer su huella.
Y con cada paso vas entendiendo todo lo que alguna vez criticaste.
Y entiendes los límites, los retos, los enojos, las preocupaciones, los miedos.
Y agradeces que estuvo ahí, acompañándote de cerca, cuidando, vigilando.
Y agradeces sus desvelos, sus sacrificios, su tiempo.
Llega un día que te miras al espejo y la ves.
Porque unos meses estuvimos en ella, pero ella siempre va a estar dentro nuestro… Madre

lunes, 22 de abril de 2019




 La luna llena de Abril trajo la lluvia






Hoy, acabada la Semana Santa, yo querría colgar en esta página las fotografías de todos mis familiares y amigos desfilando por las calles de mi ciudad, querría presentaros las preciosas imágenes que desde Santa María recorren todos los años las calles de Cartagena, pero no las tengo.


Esta Semana Santa no ha sido como siempre, ha sido diferente. Todos hemos seguido los informes meteorológicos temiéndonos lo peor pero sin querer creérnoslo. Las túnicas colgadas en sus perchas esperando el gran momento, las zapatillas con las hebillas bien cosidas y reforzadas para que un traspiés no las desprenda, los caramelos de los pequeños nazarenos ya comprados, imperdibles, alfileres, agujas por si hace el caso de arreglar algún bajo o sostener un cíngulo que se desliza.


La Semana Santa ya ha pasado y los trajes de mis hijos y mis nietos continúan en sus perchas, los bonetes, los mochos y capuces esperando y mi traje negro, el que solo me pongo para acompañar a la Soledad de los Pobres sigue colgado dentro del armario. Bufandas, medallas, pañuelos y guantes han sido sustituidos por paraguas y chubasqueros a lo largo de tres días con sus noches.


Ha sido hermoso y emocionante estar dentro de la iglesia acompañando al Cristo Yacente, al Jesús Nazareno o a mis Vírgenes: los Viacrucis, las Salves, la lluvia de pétalos, la multitud entrando y saliendo con dificultad para contemplar una vez más los tronos o esa capilla repleta de sudarios y varas o esas filas de hachotes esperando una mano que los ponga en las manos de cada penitente.



Tristeza, emoción y desengaño, sentimientos que no queríamos mostrar a nuestros hermanos, no queríamos creer lo que estábamos viviendo día tras día, pero sí, la Semana Santa se acababa y las ilusiones de todos se caían como naipes de un castillo. 


¡Ya ha pasado la Semana Santa de 2019! La luna llena de la primavera ha traído la lluvia, tan necesaria para nuestros campos y se ha llevado los sueños de todo un año de proyectos de muchos cartageneros.
Hasta el año que viene que será lo que Dios quiera.