¿Viajar
o hacer turismo?
¿Viajar o hacer turismo? ¿Conocer nuevos sitios o volver a aquellos en los que fuimos felices? ¿Solas o en compañía? Preguntas y más preguntas que cada cual responderá a su modo. Yo siempre he preferido viajar despacio, parándome a contemplar una puesta de sol, ropas tendidas de lado a lado en una húmeda calleja, fotografiar un niño, casi un bebé, mordiendo toda una barra de pan. No me gusta hacer turismo y sin embargo lo he practicado con frecuencia. Ese turismo que llaman cultural en los que visitas una hermosa ciudad, duermes en la siguiente y te despiertas a desayunar rápido porque hay que salir hacia otra ciudad. En estos circuitos culturales hay que hacer muchas fotos en lugar de disfrutar de lo que vemos, porque hay prisa, mucha prisa y tan solo al regresar a casa, revisar esos lugares en las fotos que no nos dicen nada y lo dicen todo.
Ahora, cuando la pandemia nos mantiene enclaustrados en casa sin posibilidad de
viajar, sueño con esos lugares que me esperan o que quiero creer que me están
esperando: La Provenza, Lisboa de nuevo, volver a cenar en el Trastévere o
simplemente regresar a La Alcarria.
Confinadas en casa, leemos mucho más que antes, ya que
hay tiempo para ello y optamos por esos libros que nos cuentan viajes
maravillosos y elegimos recrearnos con novelas que nos describen con todo tipo
de detalles el olor característico de las orillas del Ganges, el calor húmedo
de El Cairo o el verde lujurioso del camino de Santiago. Recorremos el arte
románico de la Ribeira Sacra, degustamos ese café que no pudimos saborear en
Viena y viajamos en el Oriente Exprés con Hércules Poirot, aunque más cerca de
casa, también podemos soñar con hacer otros recorridos muy románticos y plenos
de historia y cultura en tren por Andalucía o la Cornisa Cantábrica.
Se mezclan los recuerdos con los sueños. Olvidamos el
dolor de pies, las carreras, el cansancio de nuestros anteriores viajes y nos
quedamos con flashes, breves pero intensos, como la música que sonaba aquella
noche bajo la luz de la Luna en aquella playa del Norte, la emoción de
contemplar la entrada de miles de jóvenes a la Plaza del Obradoiro, los
paisajes de arena y sal que se dominan desde lo alto del faro de Trafalgar.
Momentos que no tienen nada que ver, por lo menos para
mí, con esas fotos de grupo que ocultan la belleza del monumento que tenemos a
nuestra espalda. Me quedo con esas imágenes que la cámara no recogió, pero que
están grabadas a fuego en la memoria, como ese viejo pintor junto al Sena,
allá en el margen derecho, donde los bouquinistas nos ofrecen sus
libros antiguos, o aquellos niños que miraban asombrados el cuadro de Las
Meninas en el Prado.
Comprendo que habrá muchas personas que disfrutan en
los cruceros o comprando suvenires en los cientos de pueblos y
ciudades o fotografiándolo todo, pero yo sueño con poder volver de nuevo a
viajar con poco equipaje y mucho tiempo, sola o en buena compañía y caminar
despacio, muy despacio por lugares tranquilos, por valles y aldeas con viejas
callejas, torres con nidos de cigüeñas, lagos azules y oscuras ermitas. Me
apetece cenar en aquel lugar de manteles de cuadros azules y probar ese pan y
aquel vino.
Esta pandemia me ha pasado por encima y me ha vuelto más mayor, pero sigo sin añorar los cruceros fabulosos ni los completos circuitos culturales de aquellos mis años mozos. ¿Y vosotras que opináis? ¿Echáis en falta aquel viaje que hicisteis con los amigos de siempre o tal vez el que hace tiempo, siendo jóvenes entonces, con el coche lleno a tope de niños y de maletas? Cada cual es diferente. Cada una de nosotras tiene en mente ese viaje que aún está por hacer y que tal vez, cuando salgamos de esta lo podamos realizar o tal vez ya nos pille muy mayores y no podamos hacerlo. ¿Quién lo sabe? No lo sé. A quien sí lo pueda hacer, le deseo ¡buen viaje!
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