domingo, 25 de octubre de 2009

Puestas de sol


    

Esta tarde volviendo a casa, he visto ponerse el sol.
Cada vez que veo atardecer (y por suerte esto ocurre con muchísima frecuencia, ya que al vivir fuera del núcleo urbano, disfruto de ese privilegio) me sorprende como si fuera la primera vez. Hoy he podido contar en el cielo colores y más colores: rosa, rojo, amarillo, naranja, azul, blanco y matices tan sutiles de otros tonos diferentes, que confundo hasta los nombres.
Llevo muchísimos años disfrutando de esta función que organizan al oeste de mi casa el cielo, el sol y las nubes y contemplo día a día, sorprendida como si fuera la primera vez y en realidad es así. No se repite jamás. He visto tardes azules que se tornan en naranjas, casi rojas, cielos cubiertos de nubes hechas jirones, con trazos de color malva, nubes grandes y violetas, nubes como borreguitos que ocultan la luz del sol.
De pequeña, en el colegio, me enseñaron que las nubes podían ser: cirros, cúmulos, estratos y nimbos, pero a veces las confundo y las llamo con el nombre de unas a otras, pero no era sobre el nombre de las nubes, sobre lo que yo os estaba hablaba.
Esta tarde, al contemplar ese cielo de colores diferentes me ha venido a la cabeza la semejanza que existe entre el sol crepuscular y el ocaso de los seres humanos. De la misma manera que no se esconde el sol ni una sola vez igual que otro día, las personas no envejecemos tampoco igual.
Sabemos que el sol sale por el este y se oculta por el oeste, que todos los días sale y se pone aunque no lo veamos siempre, pero esa rutina no es tal rutina. Cada tarde nos presenta un aspecto diferente y parece que nos quisiera decir: ¿Ves cuantas formas distintas hay de decirle adiós al día?
Pues volviendo a recordar la semejanza que a mi me ha sugerido esta tarde el contemplar como el día se termina y como llega la noche, pienso en los que me rodean, que todos, años arriba o abajo, somos de la misma edad y veo que algunos de ellos hace tiempo que decidieron ser viejos y otros no encuentran manera de dejar de aparentar que son jóvenes aún. Los hay que son como niños revoltosos, otros son intransigentes, hay señoras estupendas que aún hacen que algún varón las mire de arriba a abajo cuando pasan por la calle y así, de distintas formas, nos enfrentamos al ocaso, al atardecer de nuestras vidas de mil formas diferentes. No hay dos modos semejantes de vivir, ni mucho menos aún de pasar a la otra vida. Hay quien llega al crepusculo de su vida  rodeado de colores y hasta las canas le brillan, otros parece que son como nubes de tormenta con toda gama de grises, los que cantan, los que ríen, los que comparten con otros lo mucho o poco que tienen, los que se quejan por todo.
Como las puestas de sol, tan hermosas, que contemplo desde casa, me gustaría alejarme de esta vida dejando detrás de mi retazos ¿como cirros? ¿como estratos? de colores luminosos para que otros disfruten contemplando, recordando y a lo mejor imitando.

2 comentarios:

  1. ha, I will test my thought, your post get me some good ideas, it's truly amazing, thanks.

    - Thomas

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  2. gracias por leer mis cosas de aquí y de allá. gracias.

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