Me gusta contemplar el mar cuando se está ocultando el sol, pero eso resulta difícil en la costa levantina.
Tengo guardadas en mi retina cientos de puestas de sol, grabadas con la fuerza de ese fuego que asemeja estar abrasando el mar en las playas de poniente, allí donde solo puedes ver el mar, a lo lejos, mucho más mar y al fondo el sol que va retrasando el momento de ocultarse. Y mientras yo, sentada en la arena blanca de la playa que se va volviendo fría y húmeda.
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