El otro día estuve comiendo la mona de Pascua con unas amigas que no eran de aquí y estaban de paso en Cartagena. Me sorprendió escucharles comentar cosas que yo consideraba de cajón. Una de ellas, oriunda de Galicia, la tierra de Santiago, Patrón de España, al enterarse que desfilaba en nuestras procesiones, se instaló en lugar preferente para verlo pasar y la pobre me comentaba: "Yo no veía a mi Santiaguiño por ningún sitio, sólo veía donuts blancos de flores ocultando una imagen" ¡Claro! Ella esperaba ver pasar la sobria imagen del Apóstol, tal como se le venera en Compostela y no entendía nada de lo que sus ojos contemplaban.
Otra de las compañeras de merienda, era del interior de la península y desconocía la costumbre mediterranea de "la mona de Pascua" No había oído jamás hablar ni de la costumbre catalana del obsequio del padrino al ahijado ni tampoco de la excursión al campo de estas latitudes para degustar la mona con su huevo duro correspondiente. Resultaba difícil, como hablar con un extranjero, explicarle el significado de esta tradición tan entrañable para nosotros.
Por eso dije al principio "que hay gente pa tó"
Si en cosas tan sencillas, tan normales para nosotros descubrimos que no todos conocemos las mismas cosas, ni tenemos recuerdos, ni ilusiones comunes, ¿como queremos que en las urnas resulte que dos más dos nos dé cuatro?
Dos más dos, será en cada lugar, el resultado de añadir tradiciones, costumbres, herencias, recuerdos y experiencias y restar todo lo que desconocemos, no entendemos o hemos olvidado. De ese modo el resultado será siempre impredecible.
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